lunes, 23 de marzo de 2009

El TLC Perú – EE.UU. y su #10

Se suscribió el Tratado de Promoción Comercial Perú – EEUU (TLC), el cual ha quedado en ejecución desde el 1 de febrero del presente año 2009. Este Tratado de Promoción Comercial Perú - EE.UU. es importante para el Perú porque le permitirá el acceso a un mercado más amplio, como lo es mercado norteamericano (crisis incluida). Al menos, eso en teoría, es lo que se nos ha explicado al respecto. Pero, ¿por qué es tan importante celebrar este tratado? Pues la respuesta parece descansar sobre la teoría económica que nos señala a las ventajas comparativas (las cuales son creadas por las divergencias en los costos de oportunidad) como causantes del comercio internacional, el cual, mientras más liberal, mejor. O sea, mientras más abierto esté un país al libre comercio, mejores serán sus resultados de crecimiento económico. Entonces, en ese momento, la ironía parece ponerse de pie y decirnos que para lo que se llama libre mercado, siempre existe una subvención de determinado sector productivo o alguna medida parancelaria. En el caso peruano el INEI y el Ministerio de Economía nos han mostrado las mejores cifras de crecimiento económico y el FMI señala al Perú como uno de los países mejor preparados para enfrentar la crisis actual. Luego, el TLC nos cae como anillo al dedo, en el momento más indicado de nuestra economía.

Dentro de todo este contexto y dejando de lado la exportabilidad de las crisis (mediante la cual muchos bancos se hicieron grandes gestores de cantidades de activos tóxicos lanzados dentro de titulizaciones que, muchas veces, pudieron haber sido adquiridas sin que ni siquiera el gerente de nuestro banco preferido lo sepa), pongamos la mirada en el Capítulo 10 de nuestro TLC. Con respecto a la solución de controversias, se señala que si alguna empresa estadounidense se viera afectada por alguna ley promulgada por el Estado Peruano, que le origine pérdidas (esto significa, por supuesto, que nada de nacionalizaciones ah), podrá hacer el reclamo ante éste, o sea demandarlo. Pero, ¿demandarlo ante quien? ¿Ante los tribunales peruanos? Pues no, las demandas serían tratadas en tribunales internacionales, teniendo como características a la inapelabilidad y al carácter secreto de las audiencias (tal vez cercanas a las de la “sala verde” de la OMC). Entonces fijemos la mirada sobre las consideraciones para las autorregulaciones de los Estados.

Al respecto, podemos precisar que el respeto a la inversión extranjera directa se debe dar, con igualdades y equidad. Sin embargo, al aplicar la noción jurídica de la expropiación indirecta podría inclinarse la balanza hacia un lado. O sea, que las reformas tributarias, laborales o las campañas de “consuma lo que el país produce” podrían considerase el detonante perfecto o casual para la aplicación de la noción jurídica descrita. No sé hasta qué punto, un rescate del Estado hacia algunas empresas nacionales, debido a alguna crisis, podría llegar a ser un detonante también. La controversia está servida sobre la mesa, pues sobre los casos de expropiación indirecta la complejidad radica en diferenciar las medidas regulatorias legítimas de aquellos actos considerados como interferencias ilegítimas. Y entonces volvemos al carácter inapelable y secreto de los tribunales internacionales.
Es cierto que, de antemano, se sabe que en cualquier negociación cedemos y/o ganamos, ya sea en menor o mayor medida. Pero, ¿entonces?, ¿la solución de controversias llevadas de este modo nos pudiera afectar? ¿Esto debe preocuparnos? Esperemos de que no.

sábado, 14 de marzo de 2009

Pirámides

Me parece como si hubiera sido ayer cuando me preguntaron acerca de las pirámides y la conveniencia de ingresar a ellas. Quien lo hizo, quería saber más acerca de esto porque no le parecía muy segura la oferta que había recibido para ingresar. Y aunque ya había tomado su propia decisión (me pareció que ya había decidido no entrar, de antemano, y sólo quería un refuerzo), tenía sus propias dudas. Obviamente mi respuesta fue: “Parece que alguien está recibiendo dinero sin hacer nada, a costas de otras personas. Esto puede resultar arriesgado”. De todas maneras dejé la posibilidad de riesgo en sus manos, no sin antes advertirle de lo que probablemente sucedería.

Evidentemente, las pirámides financieras se han estado poniendo en boga últimamente (cuando ya tienen cerca de 100 años de antigüedad) y todas están basadas en el método de Ponzi (bautizado así porque ese fue el nombre del primero en hacerse realmente famoso al usar dicho método) que no busca otra cosa más que quedarse con el dinero recolectado después de haber cumplido con las primeras “camadas”. Se trata nada menos que de un fraude financiero dentro del cual el anzuelo es la promesa de grandes rendimientos o utilidades. Y en efecto, los primeros inversionistas las reciben, pero estas ganancias son generadas por inversionistas nuevos captados mediante el mismo anzuelo. Mientras más, mejor. El problema surgirá cuando la mayoría de inversionistas exijan sus utilidades o la cadena se rompa. O sea, dejen de entrar nuevos inversores. Como lo había mencionado, el iniciador de esto fue el italiano Carlo Ponzi, en los años 20. Quien con el cuento de invertir en cupones de respuesta internacional que generarían ganancias mediante el tipo de cambio, estafaba a sus inversionistas mediante el método ya mencionado. De esta manera, tuvo su presencia en la historia dentro de una mega estafa.

Actualmente los casos más sonados son los de Bernard Madoff (lo curioso es que pronuncia “made off” que en inglés es sinónimo de estafa) y Allen Stanford, cada uno por su cuenta. El primero, con una mega estafa cercana a los 50 mil millones de dólares, prácticamente era forzado a tomar el dinero de algunos ricos. Quienes, después de haber cumplido con algunas condiciones (como la de ser recomendados por antiguos clientes, realizar depósitos grandes y demostrar ser solventes) les entregaban su dinero a Madoff , el estafador de Wall Street. Después de esto, el nuevo inversionista se sentía un ser muy privilegiado al haber sido aceptado (ahora se deben estar diciendo así mismos: ¡¡¡¿Qué tenías en la cabeza?!!!). Pues como el mismo Madoff decía: “mi fondo ya está cerrado, pero como vienen recomendados pues entren, qué más da”. Entre los estafados se encuentran el banco anglo-chino HSBC y el Banco Santander (quien no tubo mejor idea que invertir el dinero de sus ahorrista en los fondos Madoff, frente a la crisis), también el cineasta Steven Spielberg, entre otros. Oficialmente, Madoff Investment Securities ofrecía tasas de rendimiento de entre 10% y 12% (con crisis o sin ella) y el capital era invertido en acciones y opciones de compra. Realmente, sólo se usaba una pequeña parte del fondo y el resto se usaba para cumplir con los clientes antiguos. Junto a esto, su prestigio (fue presidente del consejo de administración del índice NASDAQ) y exclusividad, resultaron ser el anzuelo perfecto para la captación de nuevos inversores. Los Hegde Funds eran el pilar de las inversiones de Madoff (fondos libres, especulativos, por no llamarlos de alto riesgo), aquellos que se invierten muy por encima de su patrimonio. Razón por la cual se da un alto riesgo. Y lo cierto hasta este punto es que la SEC (Securities and Exchange Commission) demoró mucho en destapar este asunto.

El segundo, es el caso de Allen Stanford, dueño del Stanford International Bank, un banco offshore, que opera en la Isla de Antigua (pero que también opera en demás países). Este banco ofrecía unas tasas de 7% anuales (en dólares) en los certificados de depósito, frente al 4% ó 5% de los bancos americanos, en el mejor de los casos. Alex Dalmady (quien denunció el Caso Stanford) advertía que las inversiones de este banco dentro de bonos, acciones, fondos alternativos y metales preciosos resultaban demasiado bien para el banco, cuando algunas veces (no muy pocas) se pierde en este juego. Cuando los bancos de inversiones se sustentan en otros negocios que les generaban comisiones y los bancos comerciales en inversiones de poco riesgo y servicios. Esto sumado a la poca cantidad de empleados (75 empleados en la isla), una junta directiva que ha venido siendo la misma durante años (sin haberse mencionado la tecnología usada para obtener tan altos retornos), un solo accionista que es el presidente de la junta directiva y un solo auditor durante años, que resulta ser una firma de la isla, resultaron ser algunas señales a tener en cuenta. Dalmady, quien por encargo de un amigo (cliente del banco) empezó el análisis financiero, resaltó estas pautas en una revista venezolana. Las operaciones del banco resultaron congeladas e investigadas por la SEC.

El mismo Dalmady nos hace la siguiente mención (refiriéndose a la posibilidad de la detección de un fraude financiero), dentro de su artículo: “si parece un pato, camina como un pato y grazna como un pato, ¡es un pato!”, y nos presenta cuatro señales para reconocer a un “pato financiero”:

1.- Es demasiado bueno (para ser verdad)
2.- Puede hacer lo que nadie más puede hacer
3.-Hay poca gente (o una sola persona) controlando todo
4.-Pocos incentivos en destapar la olla

Tanto Madoff como Stanford cumplían con los requisitos para convertirse en el “pato financiero” perfecto.

En conclusión, sea la pirámide de algún conocido, el método de Ponzi disfrazado dentro de alguna institución, las inversiones de Bernard Madoff, las del Stanford International Bank o algún nuevo fondo de inversión para superar la crisis, muchas veces hubiera y debería ser bueno hacerle caso al “feeling”. Y después de ver la entrevista a Dalmady y leer su “Fresh Duck” uno queda más seguro de eso.