sábado, 13 de junio de 2009

Selva

Son lamentables los sucesos ocurridos en Bagua (a unos mil kilómetros de Lima aproximadamente) que le han costado la vida unos 22 policías y una treintena de indígenas (cifras aproximadas). Algunas fuentes nos mencionan a cerca de 150 nativos como bajas producto de los disparos desde helicópteros, sin mencionar a los heridos y desaparecidos (aunque pareciera que estuviéramos hablando de los casos de Lurigancho y El Frontón en la década del 80). Todo esto nos demuestra el escenario perverso que resultó de una batalla entre peruanos. Una sangrienta represión que algunos medios han mencionado como la actuación correcta del gobierno de turno. Porque, suponemos que es la labor del gobierno hacer prevalecer las normas a como de lugar, ¿no es cierto? Además, creo que siguiendo esa línea pues Alan García debió impartirles clases, de cómo reprimir cualquier manifestación en contra del gobierno (ante los bloqueos de carreteras), al presidente Evo Morales y a Cristina Fernández. Sin olvidar, claro está, las clases fundamentales de cómo evitar cualquier reproche por parte de la ONU, OEA y medios de prensa. De esta manera, y en ese contexto, negaríamos cualquier acercamiento o comparación que se quiera hacer, de este gobierno, con un régimen dictatorial. Ya que no sólo se trata de la violencia generada para acallar las protestas que buscan la derogación de los Decretos Legislativos 1020, 1060, 1089 y 1090, sino también de suspender cualquier manifestación de la oposición dentro del Congreso (¿Alguien dijo “Disolver, disolver!!!”?).

También se trata de dejar sin efecto el Convenio 169 de la OIT. El cual ha pasado a no tener ningún valor. Ya que, como lo menciona su artículo 6.1, la consulta de los pueblos interesados no tuvo lugar. El Convenio 169 de la OIT nace de la observación de normas tales como el Convenio y la Recomendación sobre poblaciones indígenas y tribales de 1957; la Declaración Universal de Derechos Humanos y demás. Se le considera un instrumento internacional para la prevención de la discriminación. Reconociendo de esta manera las aspiraciones de esos pueblos a asumir el control de sus propias instituciones y formas de vida y de su desarrollo económico y a mantener y fortalecer sus identidades, lenguas y religiones, dentro del marco de los Estados en que viven. Y la consulta previa, libre e informada, es uno de los derechos fundamentales reconocidos a los pueblos indígenas a través de este mencionado Convenio.
Art 6.1
“…a) consultar a los pueblos interesados, mediante procedimientos apropiados y en particular a través de sus instituciones representativas, cada vez que se prevean medias legislativas o administrativas susceptibles de afectarles directamente…”

Esto quiere decir que no debería depender de las ganas del gobierno el proceder con dicha consulta. El acuerdo demanda al Estado a proceder con la mencionada consulta. Sin embargo, parece que el presidente Alan García opina de diferente manera. Al menos así se expresó al respecto:

“estas personas no son ciudadanos de primera clase, qué pueden decir 400 mil nativos a 28 millones de peruanos: tú no tienes derecho a venir por aquí”

Las noticias sobre el conflicto entre la policía y los pueblos indígenas seguirán presentándose en estos días. Los argumentos son variados y los decretos del TLC seguirán impulsando la actividad extractiva. Solamente quisiéramos evitar (no sólo como peruanos, sino también cómo ciudadanos del mundo con capacidad de indignación) las siguientes consecuencias:

- El desplazamiento de la población indígena
- La generación de problemas de salud, producto de la contaminación del medio ambiente
- La elección de sistemas productivos que no aseguren la sostenibilidad del medio ambiente.

Si todo lo mencionado antes me lleva a denunciar a Pizango como el exacerbador de multitudes y enemigo de la Nación, entonces también debería de considerar de la misma manera a Ken Saro-Wiwa como el enemigo Nº 1 de Nigeria (y a la Shell Oil como víctima) cuando se cansó, tal vez, de la iluminación nocturna producto de la quema de gases en el delta del Níger. O tal vez de la falta de peces que sostenían a su comunidad.

Entonces, ¿las cartas ya están echadas? Pues no, y si bien podemos estar casi seguros de que se procederá de manera similar que en el delta del Níger, las esperanzas sobre un mejor entendimiento siguen en pie.

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